Cuando desde el proyecto TePongoUnReto: #RedesConCorazón se visita un centro de Educación Secundaria para una primera intervención de prevención del ciberacoso y otras violencias online, se lleva a cabo un diagnóstico inicial mediante un cuestionario que indaga entre los y las adolescentes sobre el uso habitual que hacen de las redes y otras herramientas de Internet, los conocimientos o habilidades que poseen, los riesgos a los que se enfrentan y sobre posibles problemas derivados de un mal uso de las TIC (exposición vía online a situaciones negativas o dañinas, ciberacoso, conductas adictivas, etc.), así como sobre las estrategias de  afrontamiento que tienen. 

Esta herramienta de diagnóstico permite conocer, tanto a los y las profesionales del proyecto que llevan a cabo la intervención, como a los miembros de la comunidad educativa (profesorado, familias, el propio alumnado), la realidad del centro en cuanto al uso que hacen los y las adolescentes de las TIC, y en ocasiones funciona como una primera alerta ante algunas situaciones problemáticas que se pueden derivar a los servicios correspondientes en caso de ser necesario.

Como viene sucediendo en años anteriores, presentamos a continuación los resultados más relevantes de los diagnósticos realizados durante 2023. A lo largo del año se ha intervenido en 6 centros educativos (CEIP, IES) y 3 entidades sociales (asociaciones, fundaciones y otras) de la Comunidad de Madrid, en los que se han llevado a cabo un total de 175 sesiones, con la participación de 1352 alumnos y alumnas de entre 10 y 17 años. Se han obtenido un total de 673 cuestionarios respondidos, ya que el diagnóstico solo se lleva a cabo en centros de Secundaria y en años escolares no consecutivos.

Tiempo de conexión

Cuando preguntamos al alumnado por el tiempo que pasan navegando por las redes o utilizando otras herramientas digitales, podemos observar tendencias diferentes dependiendo de si se trata de días laborables o de fines de semana. Las horas dedicadas aumentan considerablemente durante los fines de semana, desplazándose la categoría más frecuentemente respondida desde las 2 horas (21,22%) en días laborables hasta las 7 o más horas (20,80%) en fines de semana.

Durante los fines de semana, casi la mitad de las chicas y chicos pasan 5 horas o más utilizando Internet (46,19%), entre semana este porcentaje baja al 16,95%.

Tiempo de conexión

Riesgos y oportunidades

Otro aspecto que explora el cuestionario diagnóstico es la percepción de las y los jóvenes sobre su capacidad para reconocer las oportunidades que ofrece internet y los riesgos a los que se pueden exponer. Aunque la mayoría se percibe como altamente capaz de ambas cosas (el 83,21% se ven “bastante” o “muy” capaces de reconocer oportunidades y el 84,84% se ven “bastante” o “muy” capaces de reconocer riesgos), nuestra experiencia es que algunos riesgos son minimizados debido a la normalización de ciertas conductas, como insultos, “bromas” (dañinas) o comentarios o rumores a través de las redes, o a la habituación a la presencia de contenidos violentos o sexuales. A lo largo de las sesiones, suele suceder que algunas personas cambian su percepción en cuanto a este aspecto, y ajustan el umbral de lo que se puede considerar una situación dañina para ellas mismas o para otros.

Pensando en las experiencias negativas que han vivido en internet durante el último año, y que les han hecho sentir molestos/as, asustados/as o que creen que no deberían haber visto, los porcentajes son moderados, pero reseñables; el 32,64% se ha sentido molesto/a o incómodo/a, el 25,19% se ha sentido asustado/a y el 29,74% ha visto contenidos que cree que no debería haber visto. 

La buena noticia es que la mayoría dicen haber vivido este tipo de situaciones en el rango de menor frecuencia de los posibles (“Unas pocas veces”: 25,28%, 20,77% y 22,16% respectivamente), siendo mucho menores y decrecientes los porcentajes en las categorías de mayor frecuencia (“Al menos una vez al mes”, “Al menos una vez a la semana”, “A diario o casi”).

Cuando viven estas situaciones negativas en internet, a quienes más acuden para recibir apoyo es a su grupo de iguales (58,38%), seguidos de lejos por distintas personas adultas, que van desde el círculo más íntimo (“Mi madre o mi padre”, 34,96%) hasta personas más ajenas o externas; en este sentido es llamativo lo poco que acuden al profesorado (8,87%) o a profesionales especialistas en la infancia y la adolescencia (5,49%). Esta falta de confianza en referentes adultos, sobre todo del ámbito educativo, se puede deber a la percepción que tienen los y las adolescentes sobre la poca capacidad de estos adultos para ayudarles y el temor a ser juzgados o censurados por su conducta.

A la hora de intentar solucionar el problema o salir de la situación, las categorías de respuesta más mencionadas son también las que implican mayor pasividad (bloquear a la otra persona, intentar que le deje en paz, cerrar la ventana o aplicación, ignorar el problema o esperar a que desaparezca solo, etc.), frente a otras categorías que implican mayor nivel de acciones a llevar a cabo (informar del problema, vengarse, borrar mensajes, cambiar configuración, denunciar). Y por supuesto, dejar de usar Internet no es una opción para casi nadie (sólo un 10,05%).

En cuanto a las habilidades que poseen las y los jóvenes entrevistados, las que más dominan son las relacionadas con el consumo de contenidos para su ocio o tareas escolares y las que menos dicen utilizar son las de creación de contenidos o participación en grupos o comunidades temáticas.

Maltrato cara a cara y online

En el cuestionario diagnóstico también se les ha preguntado por situaciones de maltrato sufridas presencialmente durante el último año. Si agrupamos las menciones de las categorías en las que al menos ha ocurrido alguna vez, las tres categorías que han sido seleccionadas por más de la mitad de la muestra son insultos (62,86%), propagación de rumores o bulos (54,94%) y motes (51,52%). Algo preocupantes son los datos de estas mismas categorías si atendemos a una frecuencia alta (“Al menos una vez a la semana” o “A diario o casi”); en ese caso, los insultos son sufridos habitualmente por un 18,86% de las personas, los motes por un 12,93%, los bulos o rumores por el 8,55% y la exclusión o el vacío por un 8,21%.

Cuando les hemos preguntado por situaciones de maltrato vividas en el último año a través de la red, las frecuencias bajan considerablemente. Esta menor frecuencia en al ámbito online puede estar sesgada, es decir, además de que probablemente sea cierta una menor ocurrencia de estas situaciones online, es también bastante probable que las y los adolescentes normalicen ciertas conductas o no las consideren tan dañinas, sobre todo si son a través de la red, como por ejemplo los insultos. En cualquier caso, las situaciones más frecuentemente sufridas fueron la creación de stickers o memes humillantes (26%), la difusión de bulos o rumores (20,61%) y el envío de mensajes hirientes (con motes, amenazas, insultos) (19,51%). En este caso, los porcentajes de personas que sufrieron estas situaciones de forma habitual son mínimos, ya que la mayoría dijeron haberlas sufrido sólo “algunas veces”. 

De forma paralela, en la pregunta a si ellos/as han maltratado a alguien presencialmente o a través de la red en el último año, las cifras fueron más altas en el caso presencial, y la mayoría de las respuestas de los que sí lo habían hecho se encontraban en el rango “algunas veces” (26,27% presencial y 13,64% online).

Si analizamos cómo se han sentido cuando les han hecho daño cara a cara o a través de internet, también se observan diferencias. Un 38,45% de las personas se sintieron “bastante” o “muy” molestas cuando sufrieron maltrato cara a cara, pero ese porcentaje baja al 16,45% en el caso de maltrato online. En ambos casos son llamativos los porcentajes de “No sé” y “Prefiero no contestar” (ver gráfico).

Contenidos nocivos

Hemos preguntado a los y las jóvenes por la exposición a ciertos contenidos violentos o que implican daño hacia sí mismos o hacia otras personas. La exposición a este tipo de contenidos es alta, además de frecuente. La categoría de contenidos con menos menciones (“Diferentes formas de suicidarse”) ya es de más de un 20% de personas que han visto esos contenidos, y desde ahí va aumentando la proporción de personas expuestas a distintos contenidos, hasta llegar a uno de cada dos jóvenes expuestos a mensajes de odio (40,13%). Además, los porcentajes de personas que se han visto expuestas a estos contenidos de forma habitual (semanal o diariamente) son significativos, dadas las consecuencias que pueden tener estas exposiciones en la población adolescente. 

Las personas jóvenes están expuestas de forma no siempre voluntaria o buscada a contenidos sexuales o pornográficos que llegan por distintas vías en internet. Entre los y las adolescentes entrevistadas, las formas más frecuentes de recibir este tipo de contenidos son pasivas: a un 52,87% les llega a través de series, películas o programas, a un 44,29% les sale como spam o publicidad, un 33,08% lo encuentran en redes sociales, a un 27,65% les ha llegado en mensajes o conversaciones privadas sin haberlo pedido y a un 13,10% les han llegado mensajes con contenido sexual de gente conocida que se estaban difundiendo. Un 16,72% lo ha buscado en páginas de adultos mayores de 18 años.

Conductas de control en la pareja o en las relaciones

También hemos querido indagar sobre las conductas de control o coacciones por parte de la pareja a las que se pueden estar viendo sometidos los y las adolescentes con los que intervenimos. Las cifras de personas que han sufrido este tipo de experiencias en el último año no son desdeñables, teniendo en cuenta la gravedad de estas situaciones. A uno de cada diez jóvenes les han revisado el móvil (13,97%), su pareja se ha enfadado por un mensaje o foto que han publicado (12,86%), han sido coaccionados para no tener contacto con determinadas personas (11,92%) o les han pedido la ubicación o fotos para controlar con quién estaban (10,21%).

Uso problemático de internet

En cuanto a los datos sobre el uso problemático de Internet, las situaciones de mayor frecuencia, que podrían indicar la existencia de problemas graves (“Al menos una vez al mes”, “al menos una vez a la semana” y “a diario o casi”), afortunadamente no tienen un alto número de menciones (en ninguno de los problemas planteados, la suma de las tres supera el 12%). Pero no hay que perder de vista el dato de que alrededor del 30% o más de las chicas y chicos han experimentado al menos “alguna vez” las siguientes situaciones: sentirse mal por no poder usar Internet (36,01%), estar menos tiempo del que debería con familiares o amigos/as por estar conectado/a (35,4%), usar internet aunque no estuviera realmente interesado/a (31,8%) o dejar de estudiar o bajar el rendimiento escolar por estar en Internet (29,62%).

Familias, profesorado y grupo de iguales

El papel de las familias y el profesorado en la regulación y acompañamiento en el uso de internet por parte de las y los adolescentes es poco activo en general, aunque más de la mitad de las familias y el profesorado han contribuido en algunas ocasiones en el uso de Internet de forma segura o como herramienta de aprendizaje. En todas las categorías, el bloque de menor presencia (“Nunca o casi nunca”) es superior, en cuanto a menciones, al bloque de mayor presencia (“A menudo o muy a menudo”), de hecho, no es superado ni siquiera por el de presencia media (“Algunas veces”). 

Las cifras en este tipo de conductas de apoyo no son muy diferentes cuando se trata del grupo de iguales, la mayoría de menciones se agrupan en los bloques de menor frecuencia, en todas las categorías. 

A pesar de ello, una de las apuestas más importantes de nuestras intervenciones es buscar el apoyo del grupo de iguales como motor y como agente principal en la regulación y la prevención de las conductas de riesgo y del acoso y en las redes. Como vimos al principio, cuando viven una experiencia negativa en las redes, el grupo al que más acuden para buscar apoyo son amigos/as o compañeros/as. Además, las y los adolescentes tienen bastante confianza en que los compañeros/as pueden ayudar a evitar el ciberacoso (un 54,75% piensan que los y las compañeras pueden hacer “bastante” o “mucho” para evitar o frenar el ciberacoso). Esta misma pregunta la hacemos tras haber pasado por todas las sesiones de la intervención, y los porcentajes aumentan, lo que afianza nuestro objetivo (el porcentaje de personas que piensan que los compañeros/as pueden hacer “bastante” o “mucho” para evitar el ciberacoso sube al 75,69%).

En cuanto a la percepción de su propia capacidad para evitar situaciones de acoso en las redes, el porcentaje de los que se sienten “bastante” o “muy” capaces, sube desde el 57,78% antes de las sesiones hasta el 62,92% después de haber asistido al taller. Es un aumento modesto que debemos aspirar a incrementar en sucesivas ediciones de las intervenciones.


Autores: Amaya Gómez Fernández y Fernando Domínguez Hernández.


Amaya Gómez Fernández

Licenciada en psicología. Técnico de proyectos. Experiencia en proyectos de investigación social y tratamiento de datos estadísticos. Experiencia en intervención con personas con discapacidad intelectual y en formación de personal de atención sociosanitaria.